- El gris, más que color, es tristeza posada,
abrazada, llorando lluvia y alentando
en las cosas que miro, en torno a las palmeras,
sobre los yates ebrios anclados en el puerto,
en los rostros de los extranjeros que se pasean
con cierta prisa por una rambla de charcos;
por cierto, me gusta la extranjera que pasa
a mi lado, mirándome como a un insecto,
a pesar del color gris de sus ojos que sueñan,
me gusta, y al decirlo no soy libidinoso,
pues la miro como un hombre de vuelta de todo
y que se entusiasma por las cosa sin descubrir,
por esas cosas que uno pudiera conocer
con sólo acercarse a ellas, sin siquiera
acariciarlas con la mirada, sino viéndolas de paso
como si no interesaran nada más que un momento,
el momento preciso para adorarlas más tarde
con detenimiento y paciencia de buen orfebre.
¿Sabes? A veces la lluvia salva un poema
y le da el visto bueno acabándolo a los diez versos,
y esta memoria mía ya se alarga y cansa al lector
que sólo lee haciendo tiempo para dormir,
así que me levanto del banco de cemento,
cuando la extranjera deja su estela agonizando
en una herida esquina, y me voy de paseo
entre los chiringuitos desiertos donde los souvenirs
parecen fatigados y bostezan de puro aburimiento.
domingo, 23 de octubre de 2011
BOSTEZO
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