(Para Sonia Osorio Figueroa)
Pienso en ti bajo el cielo estrellado.
La redonda luna se empolva la cara.
Pienso en ti, amor, cantan los grillos,
mi alma poco a poco se llena de nostalgia.
Tristezas que me trae la noche. Me duele
tu ausencia, hondo se abisma mi alma.
Quedamente pronuncio tu nombre: Sonia,
como queriendo borrar la distancia,
como queriendo alcanzarte con mis manos,
¿me oyes?, ¿me sientes? Llega el alba
y mis ojos se cierran por el sueño,
y en el sueño te sueño, mi rosa adorada.
PALABRAS Y HOJARASCA
lunes, 24 de octubre de 2011
domingo, 23 de octubre de 2011
Remota orilla
- (Poema para siempre inacabado)
Mujer, en torno tuyo todo irradia,
por donde pasas es siempre mediodía,
no hay sombras y todo lo que tocas
demora la hora triste de partir.
¿Me llevarás contigo, mujer de agua y sol,
magnífica dea de arenas doradas
en que los hombres alzan sus castillos de sueños
que se vienen abajo al aliento de la brisa?
Alcánzame a tu orilla de oro
donde al deseo y a la tristeza prohibes el paso,
llévame en tu interminable ola blanca
o húndeme en el fondo marino, oh imposible,
en un rincón de cualquier ciudad sumergida,
sobre un lecho de algas donde no llega la luz.
Para soñarte me oculto en los bosques
donde el pájaro melodioso sosiega mi alma,
o en los parques solitarios donde pétreas figuras
susurran de mi pena y me miran de reojo...
.
El amor es...
- Abro las puertas del amor como un fuego, amor,
cuya luz atraviesa las puertas de mi alma.
es un faro de esperanza ante mis ojos tristes
cuando la desolación reina a mi espalda.
Es un pájaro cantor en la rama de un olivo,
es un grano de trigo sobre la tierra blanda,
la luz de una estrella que murió hace tiempo
y pasan muchos años y aún no se apaga.
Agua del cielo, la perla de lluvia en la flor marchita
y un beso que vuela del viento en las alas,
un grito que hiende los bosques nocturnos
y el despertar de la vida al estallar el alba...
Es la ola que rie y borra mis huellas, es siempre
algo el amor, y nunca es nada, ¡una lágrima!
Es, el amor, el tiempo ínfimo que dura un rayo
iluminando del abismo las negras entrañas,
¡y tilila en los lagos profundos de tus ojos
cuando te miro con la pasión que me abrasa!
Errante
-
LLegarán mis versos a tu orilla serena
antes que el alba y que canten los gallos,
y al despertar, oh mujer de brumas,
escucharás mis palabras en alas del viento.
Después tornará el silencio y me habré ido
por angostos caminos, sin nombre ni destino,
uno más errante por el mundo
buscando un asiento sin ánimo para quedarse.
El oro en mis manos es sólo pedrusco,
lo que toco se convierte en hojarasca,
mi voz es un quejido quebrándose en el aire,
mi amor hiere al corazón que me ama.
Nadie ha sabido retenerme, da igual que me pierda
en los laberintos del mundo, nadie me aguarda.
La multitud tiene rostros como máscaras,
la gente va y viene mirando sin ver,
y en el humano oleaje me dejo llevar
olvidando el nombre de la que ayer me sedujo.
SONIA
- Tu nombre en el encabezamiento de unos versos
que fluyen hacia ti, amor, tu nombre palpable
que beso y adoro en la soledad que me destruye...
Lo grabo, grabo tu nombre en la dorada arena
y lo borran las olas con su lengua de infinita espuma,
y torno a grabarlo en el milenario cuarzo
hasta que la noche me vence y me quedo dormido
bajo el fuego destellante de las estrellas, al pie
de una mandrágora que agita sus brazos,
frente al horizonte que me llama y no hallo camino...
Mi verso es tu nombre, Sonia, sonoro verso de caracola
susurrando a mi oído las distancias y los besos,
Sonia imposible, mi diosa y mi reina hasta el fin de los días,
ámame, ven, deja que mis manos te acaricien,
deja sólo un momento que pueda besarte,
y tiéndete en esa orilla tuya
en que una ola de fuego te alcanza mi deseo...
Onda...
ONDA O CHISPAZO
- Es tan larga la clave de tu teléfono
como la distancia oceánica que nos separa:
el tecleo parece
que no fuera a acabar nunca
y me invade un temor de vértigo
y una fatiga de nao de la Edad Media.
Soy yo de nuevo, amor, para decirte
que a la orilla del estanque
hay dos mirlos disputándose una lombriz,
a pesar de que la lluvia arrecia
formando ondas carentes de espacio,
como esta llamada mía, onda o chispazo,
que dejo en el aire
sin darte tiempo a coger el aparato.
Mas hoy te llamaré y te diré que te amo,
que sin ti me estoy muriendo,
que a la más hermosa azalea del parque
le ha salido un amor de tulipán extranjero
y que una mujer vestida de negro
me está mirando sin contemplaciones,
como si adivinara que no hablo con nadie,
que el móvil pegado a mi oreja
como un perro de presa cansino
está apagado hace rato y para siempre.
BOSTEZO
- El gris, más que color, es tristeza posada,
abrazada, llorando lluvia y alentando
en las cosas que miro, en torno a las palmeras,
sobre los yates ebrios anclados en el puerto,
en los rostros de los extranjeros que se pasean
con cierta prisa por una rambla de charcos;
por cierto, me gusta la extranjera que pasa
a mi lado, mirándome como a un insecto,
a pesar del color gris de sus ojos que sueñan,
me gusta, y al decirlo no soy libidinoso,
pues la miro como un hombre de vuelta de todo
y que se entusiasma por las cosa sin descubrir,
por esas cosas que uno pudiera conocer
con sólo acercarse a ellas, sin siquiera
acariciarlas con la mirada, sino viéndolas de paso
como si no interesaran nada más que un momento,
el momento preciso para adorarlas más tarde
con detenimiento y paciencia de buen orfebre.
¿Sabes? A veces la lluvia salva un poema
y le da el visto bueno acabándolo a los diez versos,
y esta memoria mía ya se alarga y cansa al lector
que sólo lee haciendo tiempo para dormir,
así que me levanto del banco de cemento,
cuando la extranjera deja su estela agonizando
en una herida esquina, y me voy de paseo
entre los chiringuitos desiertos donde los souvenirs
parecen fatigados y bostezan de puro aburimiento.
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